Introducción
En la actualidad nuestro país evidencia altas cifras de violencia tanto física, psicológica y sexual, los cuales no solo son visibles mediante los medios de comunicación, redes sociales y los datos estadísticos, sino también en nuestro propio entorno familiar. Entonces, centrándonos en el ámbito familiar la violencia representa un grave problema, ya que interfiere de manera negativa en los miembros de la familia, como en el desempeño psicosocial, la socialización y en el aprendizaje, siendo los principales afectados las mujeres, los niños, niñas y los adolescentes, dejando repercusiones a nivel físico, psicológico y emocional. Además, se sabe que la familia es el principal agente de la sociedad con una función crucial en el desarrollo de nuestra personalidad, salud, educación y alimentación (Benítez, 2017). Por ende, la familia se convierte en medio de muchos aprendizajes, donde los padres o tutores del hogar deben impartir una educación basados en valores y principios, porque de ello dependerá la personalidad y el comportamiento de los hijos. No obstante, la realidad es otra.
El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI, 2019), reveló los indicadores de violencia familiar y sexual durante el año 2017, mostrando que el 65,4% de mujeres en nuestro país sufren o han sufrido violencia de cualquier índole a lo largo de su vida ocasionado por su esposo, compañero o algún miembro de la familia. Además, 15 departamentos del país poseen altos índices de violencia, siendo Cusco con 79,4% y Apurímac con 78,0% los cuales representan mayores promedios de casos. Mientras que en el año 2018 los datos estadísticos dieron como resultado que más del 50% de las mujeres han sido violentadas dentro de su entorno familiar y los departamentos que presentan altos índices de casos continuaron siendo Cusco y Apurímac (80,6% y 82,7%, respectivamente). Ahora enfocándonos en el departamento de Ayacucho los datos revelaron que los casos de violencia supera al promedio nacional donde se registra que el 67,2% de las mujeres fueron violentadas en el año 2018, donde el 59,5% fue por violencia física, el 62,8% por violencia psicológica y el 9,3% por violencia sexual.
La violencia familiar es un problema social de gran envergadura que se presenta a nivel internacional, donde los agentes más afectados son los hijos, ya que un niño al ver que sus padres se atacan uno al otro o en todo caso evidencia discusiones en el hogar se sienten alterados, angustiados e incluso pueden presentar baja autoestima, alteraciones en el sueño, culpabilidad y agresión hacia sus progenitores u otros miembros de la familia (Suárez et al., 2018). Además, si un hijo crece en un ambiente de violencia familiar, es más probable que aprenda las mismas pautas que emplean los padres ante diversas situaciones, desarrollando así dificultades en el aprendizaje de las habilidades sociales como la resolución de los problemas, entre otros. Además, dichas secuelas serán más notorias cuando los hijos se encuentren en la etapa de la adolescencia, donde surgen las diferentes conductas de riesgo como el consumo del alcohol, las drogas, trastornos de alimentación, conducta suicida, entre otros (Tenorio, 2011).
Cabe recalcar que el estudio se realizó con población perteneciente al departamento de Ayacucho, específicamente en la zona comprendida del VRAEM (Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro) el mismo que abarca 56 distritos y como parte de este se encuentran las provincias de Huanta y La Mar. Esta zona del Perú cuenta con alta prevalencia del narcotráfico y los diferentes problemas como la violencia, el embarazo precoz, problemas de alcoholismo, la drogadicción, suicidios, entre otros, generando que las conductas de riesgo en los adolescentes sean mayores (Yeckting, 2017). Como se ha evidenciado en los datos estadísticos Ayacucho es uno de los departamentos con altos índices de violencia familiar y en la provincia de Huanta según la defensoría del pueblo (2020), se ha registrado 400 casos de violencia familiar en tan solo 8 meses del año 2020, es decir que la violencia doméstica en el VRAEM también es una realidad que requiere de suma importancia la prevención e intervención, igualmente la información de las diferentes maneras de afrontamiento como es la resiliencia.
Sianko et al. (2016), en Estados Unidos realizó una investigación sobre el ajuste diferencial entre adolescentes rurales expuestos a la violencia familiar con la finalidad de examinar las diferencias que presentan en el ajuste psicológico de los adolescentes. Obteniendo como resultado que el 68,8% de los adolescentes han estado expuestos a violencia dentro de su contexto familiar y que además existe diferencias en el funcionamiento psicológico y emocional en cada estudiante, lo cual hace que los adolescentes víctimas de violencia familiar tengan dificultades en su proceso de adaptación. Además, De Mera y Moreira (2018), realizaron una revisión de las propuestas respecto a la violencia y la resiliencia en las mujeres ecuatorianas, donde se pudo concluir que las mujeres víctimas de maltrato presentan síntomas no favorables para su bienestar, tales como insomnio, ansiedad, depresión, entre otros que afectan su salud mental, por consiguiente, sus capacidades para sobreponerse ante las adversidades no son desarrolladas adecuadamente. Adicionando a ello, Amaral et al. (2019), ejecutaron una investigación con la finalidad de comprender el desarrollo de la resiliencia y la probabilidad de problemas de salud mental en niños y adolescentes que fueron víctimas de violencia familiar, llegando a la conclusión de que la violencia familiar contra niños y adolescentes implica un factor de riesgo para el origen de los diferentes trastornos mentales y las personas con baja resiliencia son las que tienen mayor probabilidad de padecer problemas de salud mental.
En nuestro país, Cabanillas et al. (2016), realizaron un estudio con la finalidad de conocer la influencia de la violencia familiar en el rendimiento académico de los adolescentes de un colegio en Chiclayo, de los cuales se obtuvo como resultado que efectivamente la violencia en el hogar influye en el rendimiento académico de los adolescentes. Adicionalmente, Rosario et al., (2020), en un estudio que realizaron para conocer la relación de la violencia familiar y resiliencia en adolescentes, identificaron que, a mayor presencia de violencia intrafamiliar, los estudiantes muestran menor capacidad de resiliencia. Asimismo, Sosa y Salas (2020), realizaron una investigación en la selva central de Perú con el objetivo de descubrir la asociación existente entre la resiliencia y las habilidades sociales en alumnos. Donde se ha identificado una correlación positiva entre estas dos variables, de lo cual se puede decir que, a mayor resiliencia, los estudiantes tienen un mejor desarrollo de las habilidades sociales.
De acuerdo a los estudios evidenciados la violencia familiar, conocido también violencia intrafamiliar, violencia doméstica, entre otros términos que se sustenta en las diferentes concepciones teóricas y que reafirman el carácter sistemático que presenta, la violencia intrafamiliar viene a ser un problema de mayor categoría, ya que engloba el abuso físico, psicológico y sexual dentro del contexto familiar. El acto de violencia es ocasionado por algún miembro de la familia como padres, hermanos, tíos y otros miembros con las que vive la víctima, dejando secuelas tanto a nivel físico, psicológico y emocional (Mayor & Salazar, 2019). Bronferbrenner (1987), manifiesta que el desarrollo humano se da dentro un contexto activo producto de la interacción del sujeto con su entorno y en base a ello es que el comportamiento evoluciona. Además, refiere que los comportamientos violentos se desarrollan dentro de la familia que según el autor es denominado el microsistema, siendo el lugar donde se construye las primeras relaciones sociales, lo cual constituye la familia y la escuela, las relaciones que se establecen pueden correctos o incorrectos dependiendo del estilo de crianza que emplean los padres con sus hijos.
Ahora, teniendo en cuenta que la adolescencia es la etapa más sensible a los cambios y los riesgos, al igual que la violencia familiar, implica una serie de acciones que afectan las condiciones de vida de las personas. Tenorio (2011), refiere que si los menores crecen dentro de un ambiente violento pueden adoptar esas conductas como parte de ellos y expresarlas en sus futuras relaciones interpersonales. Entonces, tomando en cuenta estas afirmaciones se puede mencionar que la adolescencia es una etapa de grandes cambios como es la búsqueda de identidad, sentido de pertenencia, entre otros. Además, es el primer paso para el enamoramiento, y aquellos adolescentes que hayan vivenciado un entorno familiar violento, es más probable tengan comportamientos de agresiones físicas, psicológicas y verbales, o, en todo caso, las víctimas minimizan la importancia de ese acto violento. Por lo cual, surge esa necesidad de intervenir y promover la resiliencia en los jóvenes.
Por otro lado, la resiliencia, es un término psicológico de mucho valor que implica la capacidad que tiene una persona de adaptarse a una situación adversa y superar los obstáculos. Grotberg (1995), refiere que la resiliencia es la capacidad que tiene todo ser humano para sobreponerse ante cualquier dificultad y adversidad de la vida, y es crucial tener presente que la resiliencia debe fomentarse desde la niñez, ya que es un proceso evolutivo que se va forjando a lo largo de la vida. Asimismo, Wagnild y Young (1993), describieron la resiliencia como algo peculiar de la personalidad que permite tolerar, soportar y superar las diferentes adversidades que se presentan en la vida, de tal manera esta habilidad de resiliencia también permite que el individuo pueda adaptarse a las diferentes circunstancias y restablecer el equilibrio en su vida. Se plantean 2 factores de la resiliencia, factor I que implica la competencia personal y el factor II que constituye la aceptación de uno mismo y de la vida. Además, la resiliencia cuenta con 7 pilares fundamentales, los cuales son la introspección, interdependencia, capacidad para relacionarse, iniciativa, humor y creatividad, y ética. Estos pilares de la resiliencia nos permiten percibir y vivir la vida de una manera más positiva, ya que el pasado no se puede cambiar, pero se puede entender de otra manera y aprender de esa experiencia o adversidad superada.
Además, teniendo en cuenta que la adolescencia, es la etapa de la vida donde el individuo se abre hacia a la sociedad de una manera más amplia y empiezan a desprenderse de la familia, en busca de espacios para explorar e insertarse en las nuevas interacciones sociales. El desarrollo de la resiliencia debe tener énfasis en generar oportunidades donde el individuo ponga a prueba sus capacidades, convirtiendo las dificultades en una oportunidad de aprendizaje y superación. Asimismo, cabe recalcar que es responsabilidad de la sociedad fomentar y brindar un espacio de comprensión, sensibilidad y permeabilidad a los adolescentes, de tal manera que ellos puedan adquirir formas positivas de resolver una dificultad (Guillén, 2005).
Por todo lo mencionado, es necesario e indispensable realizar una investigación, dando énfasis a la violencia familiar y sus consecuencias, y el desarrollo de la resiliencia en los adolescentes, más aún ante la existencia de pocas investigaciones que relacionan estas variables, este estudio se ha realizado con el objetivo de determinar la relación entre la violencia familiar y la resiliencia en adolescentes de una institución pública del departamento de Ayacucho pertenecientes a una zona del VRAEM, teniendo como hipótesis que existe relación significativa entre la violencia familiar y resiliencia en la población mencionada, lo cual será corroborado con la investigación.
Metodología
El estudio es de tipo básico, correlacional, con diseño no experimental y transversal (Arias, 2021). Se realizó un muestreo no probabilístico intencional de una población constituida por 600 estudiantes de una institución pública del departamento de Ayacucho perteneciente a una zona del VRAEM, de los cuales la muestra quedó conformada por 238 adolescentes de ambos sexos, como criterio de inclusión se consideraron a estudiantes entre 12 a 19 años de edad, quienes se encuentren matriculados y cursando el año escolar. Se excluyeron a estudiantes menores de 12 años y mayores de 19 años y aquellos que se negaron a participar.
De acuerdo a los datos sociodemográficos de la muestra se resalta una mayor participación de mujeres (52,9%), al igual que el estado civil predominante de los padres es ser convivientes (43,3%). Asimismo, los estudiantes que más participaron son del 2do grado (40,3%) y referente al trabajo el 91,6% corresponde a los padres y el 77,7 a las madres (Ver tabla 1).
2.1 Instrumentos
Para la recolección de información se ha empleado el Cuestionario de Violencia Familiar (CVIFA) de Altamirano (2020). Este mide las dimensiones de violencia física y psicológica, consta de 46 ítems y los datos son recopilados mediante la escala de Likert, siendo 0 = nunca, 1= a veces, 2 = casi siempre y 3 =siempre. El cuestionario presenta validez de contenido, la misma que fue calculada con la prueba V de Aiken mediante la validación de 5 expertos, los cuales dieron como resultado un coeficiente de 1, demostrando que los ítems del cuestionario responden a las dimensiones de la violencia física y psicológica. Por otro lado, la validez de constructo, se calculó con la prueba de Kaiser-Meyer-Olkin (KMO) = 0.92 y la prueba de esfericidad de Barlett = 0.000, determinando que la prueba es aplicable y que los datos están relacionados con la población estudiada. Asimismo, el cuestionario tiene un Alfa de Cronbach (0.855), lo cual significa que el instrumento es altamente confiable y cumple con los requisitos para ser aplicado a la muestra seleccionada. En el presente estudio, se obtuvo una confiabilidad alta mediante el alfa de Cronbach (α=,950) con un intervalo de confianza (,940 -,958).
Para la variable resiliencia, se utilizó la Escala de Resiliencia de Wagnild y Young (1993), que fue creada en Estados Unidos, el cual ha sido adaptada a la versión peruana por Angelina Novella en el 2002, pero años más tarde Castilla et al. (2014), efectuaron un análisis exploratorio de la escala en una muestra diferente. La escala consta de 25 reactivos que está conformado por dos factores, la competencia personal y la aceptación de uno mismo y de la vida, también el instrumento consta de 4 categorías: alto (148-175), medio (140-147), bajo (127-139), y muy bajo (25 -126), lo que indica los niveles de resiliencia que presenta un individuo. Esta presenta validez de constructo que fue calculado mediante análisis factorial empleando la prueba de KMO =0.919 y el test de esfericidad de Bartlett con un valor de 3483,503, lo que determina que el instrumento es aplicable y guarda relación entre los factores. Además, su consistencia interna es altamente confiable con un coeficiente de alfa de Cronbach de 0.906. En el presente estudio el análisis de confiabilidad fue medido a través del coeficiente de alfa de Cronbach obteniendo resultados adecuados y confiables (α=,943) con un intervalo de confianza (,932 -,953).
2.2 Procedimientos
La recolección de datos se ha realizado de manera virtual, debido a la coyuntura de la pandemia COVID - 19. Por ello, los instrumentos psicológicos se trasladaron a un formulario virtual utilizando la plataforma de Google Forms. Para su aplicación se solicitó permiso al director de la Institución Educativa para coordinar con los docentes tutores de cada sección y aplicar los instrumentos a los estudiantes adolescentes. A cada participante se le ha enviado a través de medios digitales el link del formulario de los instrumentos, adjuntando también el consentimiento informado y el asentimiento informado, donde se detalló el propósito y objetivo del estudio y se enfatizó que la información brindada será empleada sólo para fines de investigación y serán manejados con plena confidencialidad. Además, el presente estudio ha sido revisado y aprobado por el Comité Institucional de ética en investigaciones de la Universidad Científica del Sur [CONSTANCIA N° 069-CIEI-CIENTÍFICA-2022].
2.3 Análisis de datos
Para el procesamiento de los datos se empleó el programa estadístico SPSS versión 26, donde se realizó la estadística descriptiva de las variables y las dimensiones, luego se procedió con la estadística inferencial de los datos, pero antes se efectuó la prueba de normalidad de Kolmogorov - Smirnov, evidenciando una distribución no normal por ende para el análisis inferencial se utilizó la Rho de Spearman.
Resultados
Se inició con el análisis descriptivo de las medidas de tendencia central, de variabilidad, asimetría y curtosis (Ver tabla 2). Los valores de la asimetría y curtosis indican que hay una distribución asimétrica, ya que los datos se encuentran por encima del rango +/- 0,00 (De la puente, 2018). Se prosiguió a evaluar la normalidad del estudio con la prueba de Kolmogorov - Smirnov, ya que contamos con más de 50 participantes. Como resultado se obtuvo un nivel de significancia de 0,000, siendo esta menor a 0,05 por lo que se concluye que la muestra posee una distribución no normal, el cual determinará los estadísticos que se va emplear en los siguientes apartados. Estos indicadores permitieron el uso de pruebas no paramétricas para contrastar la hipótesis del estudio.
Nota.
IC: Intervalo de confianza, DE: desviación estándar, Ku: curtosis, M: mediana, As: asimetría, VF: violencia familiar, VPs: violencia psicológica, FI: factor I, FII: factor II
Asimismo, se ha realizado el análisis de las frecuencias de las variables de estudio y sus dimensiones, destacando que el mayor porcentaje de personas se encuentran en un nivel bajo tanto en violencia (47,5%) como en resiliencia (49,6%). Respecto a las dimensiones de la variable violencia familiar, referente a la violencia física, se obtuvo que el 45,0% de los estudiantes se ubicaron en un nivel bajo, es decir no presentan golpes, lesiones o moretones en el cuerpo. No obstante, el 28,6% de los estudiantes perciben violencia en un nivel medio, en el cual se aprecia ciertos rasgos de violencia físico corporal. Asimismo, el 26,5% de los estudiantes evidencian violencia en nivel alto, donde los golpes, moretones y lesiones corporales son más notorios. Por otro lado, en la dimensión psicológica se obtuvo que el mayor porcentaje de los estudiantes se concentran en un nivel bajo 50,0% es decir no perciben humillaciones, insultos o desvalorizaciones. Sin embargo, el 24,4 % de estudiantes se posicionan en nivel medio, en el cual se evidencia ciertos aspectos de maltrato psicológico; y el 25,6% de estudiantes se ubican en un nivel alto, donde hay mayor afectación a su bienestar psicológico y de la personalidad del estudiante (Tabla 3).
Respecto al análisis inferencial de la investigación, se realizó una correlación entre las variables y dimensiones del estudio haciendo uso del coeficiente de Rho Spearman para muestras asimétricas. Se obtuvo como resultado que estadísticamente no existe una relación significativa entre la violencia familiar y resiliencia en los estudiantes (Tabla 4).
Se realizó el análisis comparativo entre las variables sociodemográficas relevantes para el estudio. En este caso se realizó la comparación según el sexo de los estudiantes, obteniendo como resultado que existe una diferencia significativa en la variable violencia (,041) y su dimensión psicológica (,005), donde hay mayor porcentaje de mujeres que perciben un nivel mayor de violencia familiar que los varones, al igual que en el aspecto psicológico (Tabla 5).
Además, se realizó la comparación entre las condiciones de trabajo de los padres, en el cual obtuvo como resultado que no hay diferencia en cuanto a la violencia intrafamiliar y resiliencia de acuerdo con la condición de trabajo del padre. No obstante, referente al trabajo de la madre sí existe una diferencia significativa en la variable violencia psicológica (p= ,038), donde los hijos de madres que trabajan evidencian mayor violencia psicológica en comparación con aquellas madres que no trabajan (Tabla 6).
Discusión
De acuerdo a los resultados, se encontró que estadísticamente no existe una relación significativa entre la violencia familiar y la resiliencia en los adolescentes, semejante lo encontrado en Quispe y Gutiérrez (2019), en el cual no se evidenció relación entre las variables mencionadas en estudiantes de secundaria. En otras palabras, ambas variables trabajaron de manera independiente donde la violencia no impacta en el desarrollo de la resiliencia y esto puede ocurrir por diversas causas, de los cuales se puede mencionar que la muestra del estudio aparentemente no haya evidenciado violencia intrafamiliar recientemente y de ser así no hubo la necesidad de activar su resiliencia ante las adversidades del hogar o en caso contrario que los estudiantes hayan aprendido a vivir con violencia, tratando de normalizar los actos violentos y a la vez manteniendo una adecuada conducta de afrontamiento, esto se menciona en vista de que el 25,6% y 26,9% de los estudiantes de la investigación evidencian violencia familiar en un nivel medio y alto correspondientemente, y presentan un nivel bajo de resiliencia. Referente a ello,Gelles (1980), menciona que cuando una persona vive en un entorno violento desde la niñez genera un círculo de violencia, lo cual implica que los hijos repitan dicha conducta tomándolo como algo casual o eventual más no como una situación de dolor y sufrimiento, siendo estas conductas más notorias en la edad adulta. Sumando a ello Rosario et al. (2020), manifiestan que aquellos niños o adolescentes que hayan vivenciado situaciones de maltrato familiar presentan menor nivel de resiliencia que aquellos que no tuvieron experiencias de maltrato dentro su entorno familiar. Esto se puede explicar con el creciente número de violencia registrado por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, en el año 2021 se ha identificado 4924 casos de violencia en el departamento de Ayacucho, de los cuales 1174 son menores de 18 años de edad. Estos datos, demuestran que a diferencia de los años anteriores hay un incremento de la violencia familiar en el Perú y en el departamento mencionado (INEI, 2022).
Respecto a la relación entre la resiliencia y las dimensiones violencia física y violencia psicológica, tampoco se ha evidenciado la relación de estas, por lo que estos resultados difieren con la investigación de Rosario et al. (2020), quienes identificaron una relación entre la resiliencia y violencia física y psicológica en adolescentes, explicando que el clima familiar influye en el desarrollo de la resiliencia de un individuo. Asimismo, Nazar et al. (2018), identificaron que en la variable violencia familiar, la dimensión que predomina es la violencia física en todas sus expresiones, la que estaría generando dificultades en las víctimas. Por su parte, Suárez et al. (2018), descubrieron que aquellos niños o adolescentes que han sufrido violencia en el hogar, presentan desajuste emocional, por ende, la resiliencia es baja y hay una tendencia al riesgo suicida. Respecto a ello, Bronferbrenner (1987), manifiesta que el hombre se desarrolla en un ambiente interactivo y en base a ello se forma el comportamiento, dependiendo a la interacción que tiene con su entorno. Incluso, menciona que el contexto principal donde se desarrolla las capacidades y habilidades del ser humano es la familia, porque es ahí donde se constituyen los primeros vínculos sociales y estos varían de acuerdo al estilo de crianza que optan los padres con los hijos.
Además, se ha realizado el análisis comparativo de los datos sociodemográficos más relevantes. Según el sexo, por un lado, se ha encontrado una diferencia significativa en la variable violencia (,041) siendo las mujeres quienes perciben un nivel mayor de violencia familiar que los varones. Estos resultados coinciden con la investigación de Rivera y Arias (2020), quienes identificaron que la violencia tiene mayor prevalencia en las mujeres adolescentes, explicando la permanencia de estas en hogares conflictivos. Además, Namy et al. (2017), manifestaron que los altos índices de violencia son cometidos por los varones contra las mujeres, siendo ellas las más afectadas. Por otro lado, también se ha identificado una diferencia significativa en la dimensión psicológica de la violencia familiar (,005), donde las mujeres fueron las que más perciben este tipo de violencia. Resultados similares fueron expuestos en el estudio de Suárez et al. (2018) y Márquez et al. (2016), quienes identificaron que la mayoría de las mujeres están más expuestas a las amenazas, agresiones verbales, exclusión social, entre otros, que afectan su salud mental, así como su valía personal. De igual manera, Dosil et al. (2020), refieren que la mayoría de las mujeres sufren más violencia que los hombres, obteniendo altas puntuaciones en las violencias de tipo verbales y emocionales. Asimismo, Costa et al. (2017), obtuvieron como resultado de su investigación una mayor prevalencia de violencia psicológica entre las mujeres los cuales estuvieron asociados con la educación, estado civil y los antecedentes de violencia familiar. Estas diferencias se pueden explicar con las concepciones que se le da culturalmente al género donde la mujer es subyugada al hombre, dejando de lado a sí misma y considerando a otros superiores a ellas, este concepto se ha venido desarrollando desde años anteriores como parte tradicional de género. De esta manera, se ha reforzado la prevalencia de la violencia doméstica, donde la desigualdad de género y la influencia cultural ha sido la pieza fundamental para la ocurrencia de este problema sin distinción de clase social, religión y educación (Solís et al., 2018).
Otro aspecto importante que se ha tomado en cuenta fueron las condiciones de trabajo de los padres, se ha encontrado que no existe diferencia respecto al trabajo de los padres, sin embargo, hubo diferencia significativa referente al trabajo de la madre en su dimensión psicológica (P= ,038), donde los hijos de aquellas madres que trabajan evidencian mayor violencia psicológica que de las que no trabajan. Referente a ello, Caro et al. (2017), descubrieron que los hijos consideran que el trabajo tensiona más a las madres que a los padres, siendo las madres quienes presentan mayor estrés y cansancio, hasta el punto que a veces hacen entender a sus hijos que son un obstáculo para su crecimiento personal. Incluso algunas madres llegan a maltratar a sus hijos. Además, desde el aspecto laboral los hijos consideran a las madres como fuente de conflicto emocional mientras que los padres son vistos como fuente de diversión. Entonces, viendo desde este enfoque se podría mencionar que las madres al estar cansadas y agotadas por la sobrecarga laboral omiten las necesidades de sus hijos, en algunos casos los hacen sentir culpables, enojándose sin razón o entre otras actitudes que afecta el bienestar emocional de los hijos, en especial el aspecto psicológico, generando desconfianza e inseguridad.
Por otro lado, se podría referir que la falta de involucramiento del padre con los hijos, así como las funciones del hogar, también puede ser una de las razones por los que los niños evidencian mayor violencia psicológica, ya que existen estudios donde manifiestan a pesar que las mujeres en las últimas décadas tengan mayor acceso en el mercado laboral, esto no cambia en el cumplimiento de sus roles domésticos, de lo contrario se convierte en una doble jornada, donde uno es remunerado y el otro no, mientras la participación del hombre en estas funciones domésticas no han generado ningún cambio porque los estereotipos de género aún prevalecen, más en nuestra sociedad machista (Mejía et al., 2020). En el presente estudio, el hecho de que las madres trabajen, hace que se encuentren ausentes y exentas a las necesidades de los hijos, por consiguiente, los menores tienen mayor tiempo de convivencia con el padre, sin embargo, la falta de involucramiento con los hijos da como consecuencia el inicio de la violencia psicológica. Esto se puede corroborar con la investigación de Nazar et al. (2018), quienes han descubierto que la violencia hacia los adolescentes tras la ausencia de las madres con frecuencia es ocasionada por los varones adultos, además Bermúdez et al. (2017), menciona que dentro de un hogar violento los padres usualmente presentan un estilo de crianza autoritario, falta de afecto hacia los hijos, sin vínculos familiares e indiferentes, incluso no admiten las opiniones ni gustos de los otros miembros de la familia, manteniendo una postura machista y autócrata, dirigiéndose con lenguajes ofensivos y violentos hacia los hijos. Por tanto, estas actitudes dentro del entorno familiar generan tensiones y conflictos que afectan el bienestar y la calidad de vida de los miembros.
Cabe recalcar que este estudio no está exento de limitaciones, debido a la coyuntura de la pandemia el acceso a la muestra ha sido limitado, así como el tipo de estudio que implica la realización del estudio en un tiempo determinado y los resultados que se obtuvieron no son estáticos y pueden cambiar en el tiempo. Si bien es cierto este trabajo ha sido una de las primeras investigaciones sobre la violencia familiar y resiliencia en adolescentes pertenecientes a una zona del VRAEM, el cual deja lugar a muchos temas por estudiar en las futuras investigaciones, también incorporar las diferentes variables protectoras que permiten a los estudiantes fortalecer sus capacidades resilientes. Asimismo, se debe promover con suma urgencia la prevención y la intervención frente a estos problemas, sea mediante charlas o talleres que busquen concientizar el involucramiento de los padres en el cuidado del hogar y de los hijos, y reducir los índices de violencia familiar y los estereotipos de género. Por último, diseñar estrategias de intervenciones psicológicas para trabajar con los adolescentes con el fin de desarrollar las cualidades resilientes ante las adversidades.
Conclusiones
En síntesis, desde esta investigación, queda en manifiesto que no existe una relación significativa entre la violencia familiar y la resiliencia en los adolescentes, lo mismo sucede en cuanto a la correlación de sus dimensiones. Respecto a los niveles de violencia familiar y resiliencia, la muestra del estudio aparentemente no presenta violencia en un nivel alto, como se ha mencionado en la discusión estos resultados pueden deberse a muchos factores, que futuras investigaciones deberán hacer mayor hincapié de cada variable y sus respectivos indicadores.
Referente al análisis comparativo de los datos sociodemográficos, se ha encontrado una diferencia significativa en la variable violencia (p = 0,041) y su dimensión psicológica (p = 0,005) donde las mujeres son quienes perciben un nivel mayor de violencia familiar que los varones, lo que implica que las mujeres en mayor frecuencia son víctimas de violencia en el hogar, expuestas a recibir amenazas, agresiones verbales, indiferencias, malos tratos, entre otros. Otro hallazgo importante del apartado es que, según el trabajo de los padres, los hijos de las madres que trabajan evidencian mayor violencia psicológica dentro su entorno familiar a diferencia que de las que no trabajan, el cual implica un dato muy importante para los próximos estudios.