1. Introducción
En el siglo XX todavía la población con mayor escolaridad obtenía mejores empleos y el acceso al trabajo solía ocurrir de manera más o menos sencilla (Suárez Zozaya 2005). Sin embargo, hoy la relación entre la formación escolar y los requisitos laborales se desvincula. En la actualidad la población, aun contando con un nivel de escolaridad superior al promedio, presenta más problemas para insertarse al mercado laboral que las generaciones que le precedieron.
Los desajustes educativos que se aprecian entre las tareas que se realizan y el nivel educativo de quien las ejecuta se expresan en dos posibilidades: una por exceso de educación en relación con las actividades desempeñadas (sobreducación); y otra por carencia de formación formal ante las labores que se llevan a cabo (subeducación). La sobreducación presenta más preocupación ya que hay un desaprovechamiento de las capacidades que los individuos adquieren en la escuela. Este desajuste tiende a ser mayor entre las mujeres y a mantenerse en periodos superiores a los 12 meses (Escoto Castillo y Márquez Scotti 2023), lo que da cuenta de procesos como la credencialización, que se imbrica en terrenos de exclusión estructural.
Con el presente texto se busca conocer, en el contexto de la llegada de la covid-19 a México, el papel de la escolaridad asociada a las tareas requeridas en la ocupación desempeñada. Para ello se plantean dos objetivos. Primero, con el panel de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), medir los niveles de desajuste educativo antes y después del cierre de actividades decretadas durante la pandemia. Segundo, establecer si ocurrió un ajuste educativo entre el primer y el tercer trimestre de 2020 (antes de la pandemia y después del confinamiento) y posteriormente con el primer trimestre de 2021, cuando los cierres económicos eran menos estrictos, pero aún se mantenía una fuerte oleada de casos.
Este estudio se rige por la hipótesis de que los niveles de sobreducación aumentaron en el primer trimestre de 2020 con respecto al tercer trimestre de ese mismo año y al primero de 2021, producto de la escasez de oportunidades laborales ante la contingencia sanitaria, lo que aumentó los procesos de exclusión y el rol de la credencialización. Nos preguntamos si este aumento tuvo un perfil sociodemográfico diferenciado, si implicó cambios en las condiciones de los desajustados o si esto fue producto de la crisis.
El artículo se divide en cuatro apartados. Luego de esta introducción se señalan algunos efectos de la pandemia de la covid-19 y se hace una revisión de la sobreducación y del concepto de credencialización. Luego se detalla el modelo a desarrollar y la base de datos que se empleó para el análisis. Posteriormente se presentan los resultados obtenidos, para finalizar con algunas conclusiones sobre los cambios entre los empleos informales y formales.
2. El contexto de México: crisis y (des)ajustes
México llega al siglo XXI con episodios de recesiones económicas (Lustig 1995) que no fueron resueltos, sino que se abonaron a la crisis ocurrida en la primera década de este siglo como la fuerte recesión económica de 2009. Es así que, al iniciarse la segunda década del siglo XXI, el país no se encontraba en su mejor momento en términos económicos. Si a esto se agrega que el 2020 está enmarcado por una crisis de salud, tenemos que los problemas estructurales que se venían arrastrando en el país se potenciaron (Mejía Reyes, Reyes Hernández y Vergara González 2022).
2.1. Algunos efectos de la covid-19
La pandemia de la covid-19 causó estragos en diversas áreas del país, entre las que sobresalen la salud y la economía. En cuanto a la salud, la población fue afectada a tal grado que, según algunas estimaciones, la esperanza de vida debido al incremento de la mortalidad asociada al virus se redujo entre 2,5 y 3,6 años (García-Guerrero y Beltrán-Sánchez 2021). Por su parte, Novak y Vázquez Castillo (2022, 187) exponen que en el país (de marzo de 2020 a abril de 2021) poco más de 131 000 personas menores a 18 años perdieron a su padre o madre como resultado del contagio por la covid-19, hecho que trastocó las dinámicas familiares. Aunado a esto, se evidenció el desigual y precario sistema de salud mexicano,1 que dio lugar o que profundizó las asimetrías en los servicios médicos prestados para encarar las necesidades de salud a raíz de la pandemia.
El otro gran problema es el del orden económico. La llegada de la covid-19 a México afectó la situación económica de la población. A finales de marzo de 2020 el Gobierno decretó la emergencia sanitaria y dispuso el paro de algunas actividades económicas con objeto de que la población permaneciera en sus hogares y se disminuyera el riesgo de contagio. Solo aquellas de carácter esencial continuarían abiertas: las que atendían la parte médica, las de seguridad pública y de protección, de mantenimiento y distribución de servicios indispensables (Secretaría de Salud 2020). Este mandato dio lugar a que un gran número de personas tuviera que mantenerse en sus casas y aunque algunas pudieron mudar sus tareas a la virtualidad, muchas otras quedaron sin trabajo, al menos hasta que pudieron volver a la calle.
La situación que se registró en México no fue la excepción. Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en la región hubo una contracción en el nivel del empleo desde un 5 % reportado en Brasil hasta un 30 % registrado en Lima, Perú. En México, “entre marzo y mayo de 2020 se perdieron aproximadamente 12,2 millones de empleos” (Weller et al. 2020, 18). Sin embargo, la población mexicana, a pesar del riesgo que implicó salir de sus casas, fue retornando poco a poco al mercado de trabajo. Las estimaciones muestran que si bien entre el cuarto trimestre de 2019 (antes de la pandemia) y cuarto trimestre de 2020 (a nueve meses de iniciada la pandemia) ocurrió una disminución de 1,7 millones de personas económicamente activas, un par de trimestres después se calculan retornos de alrededor de 300 000 trabajadores (Escoto Castillo, Padrón Innamorato y Román Reyes 2021).
Otro elemento que se evidenció como resultado de la pandemia fue el reacomodo en las inserciones al mercado de trabajo. Las cifras muestran que del tercer trimestre de 2019 al mismo trimestre de 2020 disminuyeron los empleos en el sector informal (poco más de 3,5 millones), con incrementos entre la población desocupada y en la disponible para trabajar (Escoto Castillo, Padrón Innamorato y Román Reyes 2021). En este mismo estudio se muestra que entre finales de 2019 y finales de 2020 hubo pérdidas en el sector formal, pero a una escala menor que la ocurrida en el informal, situación similar a la encontrada por Samaniego (2020) y Esquivel (2020), quienes revisan un periodo más corto y mucho más cercano al inicio de la pandemia.
Al considerar un tiempo mayor, que incluye el primer trimestre de 2022, Padrón Innamorato y Navarrete (2023) encontraron resultados similares en torno a la pérdida del dinamismo que ha caracterizado al sector informal de la economía, el cual se remonta al inicio de 2022. Este dato recabado a principios de la pandemia sobre la pérdida de empleos en el sector informal es revelador porque, en general, se asume que dentro de la dinámica laboral mexicana es este sector el que ha resuelto en gran medida el acceso al trabajo de la mayoría de la población.
2.2. El desajuste educativo
El mundo escolar y del trabajo adquiere un vínculo estrecho cuando se asume que en los centros educativos se forman los recursos humanos que integrarán el mercado laboral. Si bien en parte es cierto, se trata de dos espacios con lógicas distintas (Planas 2014): la escuela brinda la capacitación para incursionar en el trabajo, permite la socialización y potencia muchas facetas de los individuos; mientras que el mercado laboral -el mexicano- es poco dinámico, altamente heterogéneo y con poca fuerza en las ramas más productivas (García 2010; Gobierno de Calidad 2020), lo que da lugar a una mínima demanda laboral. Esto genera que no siempre ni en todos los casos ofrezca espacios suficientes y adecuados para la población más escolarizada.
La incorporación al mercado laboral, en lo que al nivel educativo se refiere, suele ocurrir en dos sentidos: por un lado, en uno en el que la formación alcanzada esté acorde con los requerimientos y necesidades del empleo al cual se accede, en otras palabras, de ajuste educativo; y, por otro, en uno en el que la formación obtenida no esté acorde con el trabajo que se desempeña, o sea, de desajuste educativo. A su vez este desajuste educativo se expresa de dos formas: una en la que la formación sea inferior a las necesidades y requerimientos del trabajo que se ejecuta y al que llamaremos subeducación; y otra donde la formación es superior a las necesidades del trabajo y que no se utilicen los conocimientos adquiridos, la cual denominaremos sobreducación.
La sobreducación es un desajuste que ocurre en muchas partes del mundo. Es estudiada con interés debido a que se están desperdiciando conocimientos adquiridos en puestos de trabajo que no requieren esas capacidades. Este fenómeno no es nuevo, el estudio de Burgos Flores (2008) expone su antigua presencia en el mundo. Por ejemplo, recuerda que Dolton y Silles (2001) estudiaron en Gran Bretaña a egresados de una universidad y demostraron que la sobreducación estaba presente principalmente en el primer empleo y que Di Pietro y Urwin (2006) analizaron el caso de los graduados universitarios y los requisitos para incursionar en el mercado laboral de Italia. Más recientemente, Caroleo y Pastore (2018) revisaron los efectos de la sobreducación en Italia y estiman que la penalización al salario que reciben los trabajadores sobreducados es de alrededor del 20 %. Por su parte, en el caso de Taiwán, Chuang y Liang (2022) revelaron que la sobreducación alcanza alrededor de 47 % y que ocurre principalmente al inicio de la vida laboral; estos autores revelan que ocurre un castigo salarial de aproximadamente el 10 %.
Pero la sobreducación ocurre también en el continente americano. Castro Ramírez
(2019) analiza el caso chileno entre 2003 y 2015 y estima que un 37 % de los trabajadores con educación superior que proviene de universidades privadas está sobreducado. Dicha sobreducación cobra sentido principalmente en el impacto sobre el salario obtenido. Similar es el caso que presenta Botello Peñaloza (2016) para Ecuador, pues analiza el desajuste educativo entre 2007 y 2012 y estima que el problema mayor recae en los sobreducados (22 %). Esta cifra ha ido en aumento (20 % en 2007 y 22 % en 2012), lo cual coloca en un punto medular la parte estructural de la economía y la fortaleza de las empresas: en las de mayor tamaño hay menos sobreducación. El caso peruano lo detalla Rodríguez Lozano (2016), quien busca las características que comparten los trabajadores sobreducados. Su investigación corrobora el impacto negativo en los salarios, la menor presencia en empresas de gran tamaño y el hecho de vivir en zonas rurales.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó una profunda investigación que tenía como fin conocer los desajustes por sobrecalificación y sobreducación en países de ingresos bajos y medios (Bergin et al. 2019). Dicho documento concentra información de más de 30 países y evidencia la penalización asociada con el exceso de capacitación o educación, la alta probabilidad del desempleo futuro asociado a la insatisfacción laboral, la mayor presencia de mujeres y de inmigrantes en este desajuste y expone la diferenciación -que no debe obviarse- entre estar sobrecapacitado o sobreducado.2
2.3. Desajuste educativo en México
Existen múltiples estudios que analizan el desajuste educativo de la población trabajadora en México. Por ejemplo, Botello Peñaloza (2015) revela, usando datos censales, que existe un desajuste educativo en aproximadamente el 31 % de los casos entre 1990 y 2010, aunque con algunas diferencias entre los sobreducados y los subeducados: los trabajadores de 2010 presentaron un -4,7 % de ser sobreducados en comparación con los de 1990, pero un 8,4 % más en ser sobreducados en el mismo periodo (Botello Peñaloza 2015, 284). Martínez Morales, Balbuena e Ibarra Sánchez (2017), utilizando cifras del cuarto trimestre de 2016 de la ENOE, muestran la presencia diferencial de la sobreducación que da el hecho de participar en el sector formal de la economía versus el informal. Estos autores encontraron que la probabilidad de estar sobreducado es del 33 % en general (dato similar al de Botello Peñaloza), pero en el sector informal es de solo el 14 %. Además, señalan que los sobreducados tienen en general una penalización en el ingreso del 24,5 %, pero si este ingreso proviene del mercado informal esta penalización aumenta al 44,5 %.
Arias Ortiz y Ñopo (2015) consideran que hay un desajuste educativo mayor en México que en Europa. El desajuste, además, se concentra en los sobreducados
y particularmente en las mujeres y los jóvenes. Escoto Castillo, Márquez y Prieto (2020) estudian el papel que ocupa la sobreducación a lo largo del proceso de inclusión laboral, entendida como tener o no un empleo protegido, productivo y bien remunerado. Sus resultados muestran que, contrario a lo que se ha observado en el contexto internacional, las mujeres no presentan mayores probabilidades de estar sobreducadas. Además, plantean que la sobreducación es una situación que va disminuyendo conforme aumenta la edad, pero la precariedad en el trabajo entre aquella población que es sobreducada no se corrige con los años, sino que incluso aumenta. Un elemento que agregan al análisis es el estudio por región: en las zonas rurales hay menores probabilidades de estar sobreducados, pero en general hay mayor precariedad.
La evidencia muestra que la sobreducación en México se relaciona con el bajo dinamismo en la creación de empleos, con la falta de espacios de trabajo con condiciones laborales dignas y la tendencia al deterioro en los lugares que se ofrecen. La expansión educativa, entonces, no ha encontrado eco en el desempeño económico. La población escolarizada se emplea en ocupaciones que podrían ser desempeñadas por individuos menos calificados.
Una manera de explicar esta situación es a partir de la propuesta del credencialismo, es decir, la escolarización y principalmente la adquisición de diplomas tienen un papel relevante en la entrada al mercado de trabajo (Moreno Becerra 1982; Leuven y Oosterbeek 2011). Los empleadores asumen los documentos y diplomas como garantía implícita de los conocimientos. Ante la competencia por los puestos de trabajo, dichos documentos “señalizan” la propia valía del individuo, obteniendo el espacio laboral aun sin ser necesarios tales diplomas. La escolaridad se vuelve una especie de tamiz donde el título académico se devalúa.
3. Metodología
En el siguiente apartado se expone la principal fuente utilizada para la realización del artículo y se identifica el universo analizado. Posteriormente, se describe la manera en la que se elaboró la medición del desajuste educativo, la construcción de los modelos multinomiales y las variables utilizadas.
3.1. La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo y la selección de los trimestres
Para la investigación se utiliza la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) y su nueva edición (posterior al confinamiento), la cual incluye el mismo diseño muestral, pero incluye entrevistas cara a cara y de manera telefónica y variables sobre el empleo informal.
En ambas ediciones se muestrean las viviendas siguiendo un diseño probabilístico, bietápico, estratificado (entre viviendas similares por estrato socioeconómico y elementos geográficos) y por conglomerados (se utilizan grupos de viviendas). Es una encuesta continua con cinco visitas trimestrales y está diseñada para ofrecer indicadores estratégicos del mercado de trabajo de manera trimestral y mensual y en cada edición incluye más de 150 000 viviendas. Específicamente permite obtener las características de la ocupación principal, la jornada laboral, las remuneraciones y además sigue los lineamientos internacionales para establecer el empleo informal.3
La población objeto de estudio es la ocupada entre 15 y 64 años.4 Debido al cierre por la contingencia sanitaria no hay observaciones para el segundo trimestre de 2020. A pesar de esto se pueden comparar las muestras de las poblaciones analizadas para el primer trimestre de 2020 (n=181 371) y para el tercero de ese mismo año (n=118 456), lo que evidencia los cambios a corto plazo que se produjeron. Con el fin de evaluar si se registró un cambio mayor en el tiempo también se incluye el análisis del primer trimestre de 2021 (n=146 654). Para fortalecer las comparaciones y establecerlas más allá de cambios estacionales, también en los modelos estadísticos se ha incorporado la información del primer y tercer trimestre de 2019 (n=174 454 y n=176 225, respectivamente). Todas las observaciones de los trimestres se encuentran en una base agrupada donde el trimestre se incorpora como una covariable en el análisis posterior (n=797 160).
3.2. Variables de análisis
A partir de la revisión de trabajos previos, de la problemática y de la disposición de la información, en el siguiente apartado se establecen las definiciones operacionales de los conceptos para el desajuste educativo, para la variable dependiente y de las posibles variables asociadas al fenómeno.
Medición del desajuste educativo
Para el análisis a través del tiempo de los desajustes educativos se utiliza la clasificación normativa propuesta por la OIT (2014) que define tres grupos amplios de ocupaciones según la habilidad y educación esperada de acuerdo con las clasificaciones internacionales de ocupación.
El primer grupo considerado de alta calificación no manual reúne las ocupaciones que
exigen haber completado la educación terciaria y está integrado por directores y gerentes, profesionales científicos e intelectuales, y por técnicos y profesionales de nivel medio. El segundo grupo incluye ocupaciones que demandan un nivel de educación intermedio, como las de baja calificación no manuales y las manuales calificadas. Las primeras incluyen al personal de apoyo administrativo y a los trabajadores de los servicios, vendedores de comercios y mercados. Las segundas se refieren a agricultores y trabajadores calificados agropecuarios, forestales y pesqueros, a oficiales, operarios y artesanos de artes mecánicas y de otros oficios y a operadores de instalaciones y máquinas y, ensambladores. Finalmente, el tercer grupo de ocupaciones demanda una calificación elemental -haber asistido a la educación primaria- y por tanto aglutina a las ocupaciones elementales.
Para aplicar esta clasificación lo primero que se llevó a cabo fue una correspondencia entre el Sistema Nacional de Clasificación de Ocupaciones (SINCO) y la Clasificación Internacional Industrial Uniforme (CIIU-08) a dos dígitos, siguiendo a Escoto Castillo, Márquez y Prieto (2020). Con ello se construye la siguiente clasificación de (in)adecuación:
Variables sociodemográficas y de hogares
Los perfiles creados recogen algunas características de los individuos: sexo, edad y años de escolaridad aprobados. Además, se incluyeron otras variables que dan cuenta del curso de vida y de la estructura del hogar como el parentesco con el jefe o la jefa, el tamaño, la presencia de menores de 15 años o de adultos mayores.
Duración en el empleo
El desajuste debe revisar los elementos que refieren a competencias y habilidades y la educación formal. La ENOE en los primeros trimestres (cuestionario ampliado) permite establecer cuánto tiempo lleva una persona en el trabajo actual (lo que se asume como experiencia laboral que abona a las habilidades). Esta variable nos da una medida de las carreras de las personas, por lo que para los análisis de mediano plazo (comparando a 12 meses del inicio de confinamiento) podremos introducirla y complementarla con la escolaridad alcanzada.
Variables de condiciones laborales y de inserción laboral
Muchos estudios sociodemográficos evalúan condiciones laborales como la precariedad, la vulnerabilidad y la calidad del empleo. García (2011) propone estudiar las carencias laborales en cuanto amplio espectro de indicadores que representan a estos múltiples marcos analíticos. Los ingresos laborales y el acceso a seguridad social se muestran entre ellos. Dado que la seguridad social es una condición que se relaciona con la posición en la ocupación, se incorpora el concepto de empleo informal como aquel que por su propia posición (cuenta propia, empleadores sin trabajadores) no puede acceder a la protección social -en este caso la seguridad social-, así como la población trabajadora subordinada que no tiene acceso a este servicio.
Los ingresos laborales se trataron estadísticamente con imputación, puesto que la tasa de no respuesta es de más del 24 % para el periodo. Para poderlos comparar entre los trimestres se deflactaron con el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) con base en la segunda quincena de diciembre de 2018.5 Dada la heterogeneidad de la estructura económica y la disminución de las horas laborales después del confinamiento, se incluyeron las horas trabajadas semanales y el sector económico de actividad (agropecuario, construcción, industria manufacturera).
3.3. Análisis descriptivo y modelos estadísticos
Los resultados descriptivos se presentan con datos expandidos utilizando el diseño muestral complejo de la encuesta. Revisamos el perfil sociodemográfico, las condiciones laborales (con énfasis en los ingresos) y el empleo formal-informal para los trimestres estudiados. Para establecer los efectos temporales se ajustaron modelos multinomiales sobre la probabilidad de insertarse en los tres grupos de (des)ajuste educativo, tomando como base las observaciones agrupadas. Las principales variables independientes son variables ficticias que toman valores de 1 cuando corresponden al trimestre estudiado y 0 cuando no corresponden. Se incluyeron las siguientes variables sociodemográficas: sexo, edad (con efecto cuadrático), escolaridad (años de escolaridad), relación con el jefe o jefa del hogar. Además, se tomó en consideración el tamaño de la localidad (urbana o rural), dentro de otras variables que explican las estrategias de inserción laboral en los hogares y las condiciones laborales.
Se construyeron cinco modelos, algunos de los cuales incluyen efectos conjuntos a través de interacciones que se representan con asteriscos. Los primeros tres para todos los trimestres y los otros dos para el primer trimestre de la muestra del cuestionario ampliado:
Modelo 1: trimestres y controles sociodemográficos y del hogar. Modelo 2: trimestres y controles sociodemográficos y del hogar + condiciones laborales. Modelo 3: trimestres y controles sociodemográficos y del hogar + condiciones laborales + interacción: tiempo* empleo informal. Modelo 4: trimestres y controles sociodemográficos y del hogar + condiciones laborales + experiencia. Modelo 5: trimestre y controles sociodemográficos y del hogar + condiciones laborales + experiencia + interacción: tiempo* empleo informal* experiencia.
4. Resultados
Para comenzar a revisar el comportamiento de la relación entre las tareas y los niveles educativos de la población trabajadora, se presenta primero cómo ha sido la evolución a lo largo de los trimestres seleccionados para el estudio. Posteriormente, se revisa el perfil sociodemográfico de esta población en términos de su desajuste. En el último subacápite se revisa en qué condiciones laborales se integra la población y la manera en la que varía o no de acuerdo con el desajuste descrito.
4.1. Análisis descriptivo
En el presente apartado se revisa la relación del desajuste educativo con los trimestres escogidos y de qué forma influyen las variables sociodemográficas y del hogar en las condiciones laborales. En una primera sección revisamos los elementos descriptivos y posteriormente los análisis multivariados de acuerdo con su significancia estadística.
Los cambios y permanencias del (des)ajuste educativo
Al analizar la población ocupada de 15 años en adelante en México, se presenta un aumento del 28 % al 29 % en el peso de la sobreducación (tabla 1). Si bien este monto podría parecer menor, los paneles de la figura 1 muestran que este cambio en la distribución encierra dinámicas diferenciadas con respecto al volumen del empleo en México. Por un lado, se tiene una reducción de la salida de trabajadores mucho menor para la población sobreducada, lo que se traduce en una tasa de variación negativa, pero sin significancia estadística tanto en el trimestre III comparado con el trimestre I de 2020 como para el trimestre I comparado con el primero de 2021. Es decir, los trabajadores sobreducados en el transcurso de un año prácticamente volvieron a su estado inicial. En el caso de la salida de los ajustados, también fue negativa al menos en el corto plazo, pero comparando el primer trimestre de 2021 con el mismo trimestre de 2020, el cambio, aunque mayor que entre los sobreducados, no es significativo. Por su parte, los trabajadores subeducados tuvieron una variación negativa en el corto y en el largo plazo.
¿Cambió el perfil de sobreducación?
A pesar de no haber cambios significativos en términos de volumen, sí se observan algunos cambios en la composición de la población sobreducada, tal como se muestra en la tabla 1.
En cuanto al sexo, en general hay más varones sobreducados que mujeres, situación que continuó durante la pandemia, aunque con un leve incremento de la participación (en mujeres y en hombres). La sobreducación se concentra entre los más jóvenes, lo que denota promedios de edad menores para este grupo. Tal parece que la población de 15 a 19 años presentó características particulares -antes y durante la pandemia- al insertarse en espacios de trabajo que no requieren la formación que han adquirido. Este es el grupo etario que mayores cifras y más diferencias mostró en el periodo analizado: crecieron en la categoría de sobreducado más de 4 % (ningún otro grupo aumentó más de 2 %). De hecho, al inicio y durante la pandemia los grupos de edad, conforme ascienden en años, descienden en su posición de sobreducados.
En cuanto al parentesco, hijos o hijas son a quienes más afecta esta situación. La sobreducación creció en esta categoría en el tercer trimestre de 2020 y aun en el primer trimestre de 2021 no regresaba a la cifra inicial. Estos porcentajes parecen mostrar que la pandemia colocó en una posición más frágil a hijos e hijas (quizá los más jóvenes de las familias), quienes tuvieron que incursionar mayormente en el mercado laboral en cualquier empleo, aun con requerimientos educativos en el espacio laboral por debajo de su formación escolar. Vale recordar que al inicio de la pandemia se señalaba como un elemento de riesgo elevado la pertenencia a edades adultas.
Los años de escolaridad (tabla 1) no son diferentes entre la población sobreducada y la ajustada, aunque la ajustada tiende a contar con un nivel de escolaridad ligeramente mayor. En todos los casos el número de años cursados ha mantenido su trayectoria de aumento en los dos últimos momentos en el tiempo.6 Las personas subeducadas, en todos los casos, tienen un menor logro educativo.
Para el primer trimestre, la tabla 1 muestra cómo el ajuste educativo tiene un promedio de una carrera en el trabajo actual de más de nueve años, la subeducación de más de 14 y quienes realizan tareas por debajo de su educación tienen promedios de alrededor de siete años. Destaca que la diferencia entre el ajuste y el desajuste es menor entre la sobreducación y el ajuste que entre la subeducación y las tareas acordes a los niveles educativos. A lo largo del tiempo no se han visto cambios significativos (a un nivel a=0,05), pero resulta interesante que trabajos que se han mantenido durante más de una década se hagan en la posición de subeducados, en cambio los que están sobreducados permanecen en esta situación solo por un periodo poco mayor a un lustro.
Condiciones laborales
En cuanto al tipo de empleo, tal como se muestra en la parte baja de la tabla 1, es en el informal donde hay mayor población trabajadora desajustada. Quienes están insertos con sobreducación participan de forma similar tanto en el empleo formal como en el informal (entre 27 % y 30 %), pero la covid-19 hizo que incrementaran su estadía en la informalidad (tabla 1).
El ingreso es una condición laboral que nos permite comparar a todos los trabajadores independientemente de su empleo informal o formal. En la tabla 2 se observa la tendencia durante dos años. Si bien hay un estancamiento de los ingresos, se nota el cambio de tendencia por los aumentos en el salario mínimo durante 2020. Quienes se insertan con ajuste son mejor remunerados, el resto recibe un ingreso menor. En el primer trimestre de 2019 obtuvieron los mismos ingresos los sobreducados que los subeducados, sin embargo, dos años después, a ocho meses de iniciada la pandemia, los sobreducados fueron los que recibieron las menores remuneraciones, lo que podría ilustrar de una precarización relativa producto del desajuste.
Contar con un empleo formal o informal marca diferencias profundas. Con un empleo formal se obtienen los ingresos por hora más elevados (alrededor de 60 % más en comparación con el empleo informal) y es así en todas las circunstancias (en ajuste o desajuste). Sin embargo, la subeducación con empleo formal implica un mayor ingreso que la sobreducación. En el caso de quienes tienen un empleo informal, reciben mucho menos, pero con mayores equilibrios al interior. Si bien en el ajuste reciben un poco más, las diferencias son menores y casi nulas entre el desajuste hacia arriba o hacia abajo. Las mayores diferencias en cuanto a ingresos obtenidos provienen, en primer lugar, del tipo de empleo en el que están insertos (formal o informal) y en segundo lugar del desajuste educativo, con una penalización mayor hacia los sobreducados. Tal resultado es similar al que años atrás encontraron Martínez Morales, Balbuena e Ibarra Sánchez en su estudio (2017).
4.2. Análisis multivariado
En el apartado anterior se observó que la población ocupada, según el desajuste educativo, tiene características muy diferenciadas. Es difícil vislumbrar cómo el aumento del desajuste educativo fue provocado por un cambio en el perfil sociodemográfico o por las condiciones de la crisis. Por ello, se plantea el siguiente análisis multivariado para mostrar de qué manera intervienen las variables descritas. Se presentan los resultados para los cambios a lo largo de los cinco trimestres estudiados, de las variables individuales, de las variables del hogar y finalmente de las condiciones de inserción laboral.
En primer lugar, en la figura 2 se observan los efectos marginales de los cambios temporales. Se muestra el cambio en la probabilidad de estar en cierta categoría de desajuste, manteniendo el resto de las variables constantes de acuerdo con cinco modelos multinomiales ajustados. La línea punteada representa el primer trimestre de 2019, si los valores se encuentran a la izquierda representan disminuciones con respecto a las probabilidades de ese año y a la derecha, aumentos. Los brazos representan los intervalos de confianza al 95 %. Durante el tercer trimestre de 2019 y el primero de 2020 los cambios no son estadísticamente significativos al incluir la línea punteada.
Después del confinamiento, en el tercer trimestre de 2020, se observa cómo las probabilidades de estar en sobreducación aumentan hasta 0,5 % cuando se controlan por condiciones de la inserción laboral. Incluso hay una leve disminución de la probabilidad de insertarse adecuadamente cuando se establece que el impacto del empleo informal puede cambiar a lo largo del tiempo (figura 2).
Nota: Intervalos de confianza al 95 %.
Esta situación se mantiene en el tiempo para el primer trimestre de 2021, incluso aun controlado por la duración en el empleo actual. Se observa que al permitir variar incluso el efecto de la experiencia dentro del tiempo de empleo a lo largo de los periodos, se mantiene el aumento de la sobreducación e incluso la leve disminución del ajuste educativo. Además de estos efectos temporales, los modelos ajustados indican que las mujeres, ceteris paribus, tienen mayores probabilidades de insertarse en condiciones adecuadas de ajuste al igual que el sector rural, por lo que el desajuste tendría un perfil urbanizado y masculinizado. La escolaridad tiene un efecto positivo para el ajuste, pero también para la sobreducación, mientras que la asistencia escolar tiene un efecto negativo para el ajuste. La simultaneidad de trabajo y escuela estaría relacionada con desajustes tanto hacia arriba como hacia abajo.
Con respecto a las características del hogar, los modelos señalan que -en promedio- posiciones diferentes a la jefatura se relacionan con un aumento en la probabilidad de estar sobreducado. Para quienes son hijos o hijas o no son cónyuges, con respecto a los jefes o jefas existe una disminución de las probabilidades de ajuste. Este comportamiento también se observa según el tamaño del hogar. Ello podría implicar que laboran en condiciones desajustadas quienes realizan trabajo como parte de la estrategia familiar de aumento de la tasa de participación económica intrahogar.
La presencia de otros grupos etarios en el hogar que requieren de cierta atención (menores o adultos mayores) parece también ofrecer información. Los modelos indican que la sobreducación es más probable para quienes residen en hogares con menores de 6 a 14 años y menor para quienes corresiden con población adulta mayor.
En la figura 3, la línea punteada representa la categoría de referencia o la condición inicial frente a un cambio de una unidad. Se observa que las propias características de la inserción laboral se relacionan con el ajuste educativo de la población trabajadora. Por un lado, la industria manufacturera está vinculada con mayores probabilidades de sobreducación. Por otro, las largas jornadas están relacionadas con mayores probabilidades de sobreducación, ceteris paribus, con una tendencia similar en los ingresos laborales y en el tiempo en el trabajo actual.7 Contar con un empleo formal, independientemente de las condiciones individuales y de hogar, así como el resto variables de inserción laboral, implicaría una disminución del 9 % de probabilidades de poseer sobreducación.
Nota: Las estimaciones provienen del modelo 4.
En la figura 4 se observa cómo se comporta la probabilidad de inserción según el ajuste educativo a lo largo de los trimestres estudiados, manteniendo el resto de las variables en sus valores promedios. Esto tiene como objetivo mostrar las interacciones ajustadas de los modelos más complejos descritos en la sección metodológica. Las cifras señalan que, de haberse mantenido los perfiles sociodemográficos de la población ocupada y las condiciones de inserción, la sobreducación también hubiese aumentado 1 % dentro el empleo informal para el tercer trimestre de 2020, situación que disminuye para el primero de 2021 cuando la distancia con respecto al periodo antes del confinamiento solo cambia en 0,5 %. Notable es la tendencia inversa del ajuste del empleo formal, donde la sobreducación se mantiene en el corto plazo, pero aumenta para el primer trimestre de 2021 en 0,5 %. Ello da cuenta de cómo el ajuste del mercado se está haciendo de manera diferenciada en términos temporales entre el empleo formal y el informal.
Nota: Las estimaciones provienen del modelo 3.
5. Conclusiones
En el presente artículo se ha presentado el perfil de la población en términos de su desajuste educativo y el cambio registrado en diferentes momentos: antes y después de la pandemia por la covid-19. Al deslindar los efectos de los cambios de composición de la población ocupada y de las secuelas de la crisis, con el uso de modelos estadísticos que permiten ver algunos cambios, encontramos que para mantener las condiciones laborales para el mismo perfil sociodemográfico el mercado laboral mexicano estaría prediciendo más condiciones de desajuste después del confinamiento. Ello contribuye a la literatura que ha estudiado los efectos de la pandemia que reseñamos al inicio del texto, dado que más allá de las salidas y entradas al mercado de trabajo y la composición demográfica de quienes las realizan, se ha puesto al centro el ajuste educativo. Con ello mostramos la forma en la que los mercados se estarían regulando después de la pandemia y cómo, a pesar de recobrar los volúmenes de empleo, podríamos estar hablando de una mayor presencia en empleos desajustados y, por tanto, de mayores carencias laborales. Incluso estos resultados son robustos cuando incluimos la experiencia en el trabajo en calidad de variable explicativa.
Los resultados evidencian también el papel que ha desempeñado el empleo informal durante la crisis de la pandemia, aportando a los hallazgos de otros estudios en el país como los de Samaniego (2020) y Esquivel (2020). Además, al incorporar esta condición al desajuste, contribuimos al estudio de la segmentación de los mercados laborales puesto que encontramos dinámicas diferentes. En primer lugar, los empleos informales tienen más población sobreducada en el corto plazo, pero que al mantener todos los controles estaría volviendo a sus valores iniciales. Por lo que funciona, al inicio, como una reserva de la población ante los impactos iniciales. Mientras que el empleo formal no cambió su proporción predicha en corto plazo, pero a un año revela mayores probabilidades de sobreducación. Ello muestra la manera en la que la segmentación implica diferentes trayectorias de recuperación de la crisis.
Dada estas diferencias entre los empleos protegidos y los no protegidos, es importante también evidenciar algunos elementos del hogar de residencia de quienes trabajan. Se comprobó que la sobreducación está asociada a espacios urbanos, a un perfil masculinizado, a menores ingresos y mayor participación en los empleos informales, algo que confirma las conclusiones de estudios anteriores (Escoto Castillo, Márquez y Prieto 2020). Los hallazgos señalan que si bien los ingresos promedio no han cambiado entre los grupos desajustados a partir de la pandemia, la penalización entre el desajuste sigue manteniéndose. Además, la población sobreducada no ha tenido el incremento que han tenido los sectores ajustados en términos educativos, lo que ahonda las diferencias entre la informalidad-formalidad que ya habían señalado Martínez Morales, Balbuena e Ibarra Sánchez (2017), puesto que esta diferencia de evolución implica una precarización relativa de los ingresos del desajuste.
Por otro lado, los resultados no ignoran la subeducación como muchos de los estudios concentrados solamente en el desajuste de la parte alta, la cual también es una situación poco favorable porque a pesar de que se hagan tareas de mayor nivel en correlato a la educación, la retribución tampoco redunda en mejores ingresos laborales. Por ello, este tipo de desajuste implica condiciones laborales poco favorables.
Estos resultados abren nuevas líneas de investigación. Por ejemplo, los sectores económicos y la distribución espacial de este desajuste y la heterogeneidad de cómo se vivió la pandemia a lo largo del país. Asimismo, se necesita una mayor indagación de las carreras de los individuos y sus trayectorias de corto y de largo plazo para comprender aún mejor la vinculación entre los perfiles sociodemográficos y el ajuste de la crisis actual. Si bien los resultados no son tan altos en términos de proporciones -alrededor del medio punto porcentual- muestran un cambio contra un periodo tan reciente como el primer trimestre de 2020, cambios que no había sucedido antes en periodos tan cortos, al evaluar los años de 2019 contra 2020. Se debe señalar, además, que el final de la pandemia y sus efectos económicos y sociales estaba lejos de terminarse en el trimestre I de 2021. Todavía falta conocer, con periodos de mayor alcance, los efectos de la pandemia entre la población trabajadora y cómo esto repercute en el ajuste de las tareas y sus niveles educativos.